Químicos tóxicos en la ropa: ¿Tu guardarropa te enferma?
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Químicos tóxicos en la ropa: ¿Tu guardarropa te enferma?

Aug 08, 2023

Cuando tenía 15 años, la hija de Azucena Pérez empezó a prestar más atención a la ropa que vestía. Sin embargo, a diferencia de otras chicas de su edad, su intención no era seguir las tendencias de la moda ni elegir lo que mejor le sentara, sino examinar las etiquetas. “Todo le picaba mucho, le salían ronchas, ardor en la garganta, falta de aire”, cuenta la madre, que con tenacidad lavaba su ropa y la ponía en vinagre para desinfectarla, sin éxito.

Un día, su reacción fue tan fuerte que sufrió anafilaxia. “Fue entonces cuando empezamos a hablar con los médicos y descubrimos las toxinas de la ropa y cómo afectan a la piel”, explica Azucena. “Cambiamos todo por algodón orgánico, no solo la ropa, sino también las sábanas, el colchón, el sofá…” Con el tiempo supieron que el problema se llamaba Síndrome de Sensibilidad Química Múltiple, un trastorno que provoca una mayor reacción a los químicos presentes. en alimentación, medio ambiente o textiles.

Cuando se habla de los efectos nocivos de la industria textil, normalmente se piensa en la exposición de los trabajadores de las fábricas, o en la contaminación generada por su producción y residuos. Sin embargo, se sabe menos sobre los efectos de los compuestos químicos presentes en los tejidos, que ingresan al cuerpo al entrar en contacto con la piel, atravesando sus diferentes capas e incluso llegando al torrente sanguíneo, órganos y tejidos.

Formaldehído para reducir las arrugas, ftalatos y alquilfenoles para suavizar la tela, compuestos perfluorados para repeler el agua y las manchas, metales pesados ​​para colorear, retardantes de llama, pesticidas, bisfenol A y más; La lista de sustancias que se pueden encontrar en la ropa que usamos a diario puede incluir más de 600 elementos químicos, y cada vez hay más evidencias de sus efectos, como reacciones alérgicas, cáncer, obesidad o alteraciones hormonales como el hipertiroidismo o la diabetes. Pero, ¿cuándo la ropa estuvo tan llena de ingredientes nocivos?

Todo empezó a cambiar en los años 1970. El boom petrolero dio origen a nuevos materiales que revolucionaron los productos que utilizamos, entre ellos los tejidos de poliéster como el Tergal y el Dacron. El poliéster se deriva del mismo PET (tereftalato de polietileno) con el que se fabrican los envases de bebidas; en otras palabras, la única diferencia entre un faldón de poliéster y una botella de Coca-Cola es que el plástico es de fibra o laminado. Se calcula que una camiseta de poliéster lleva el equivalente a cinco botellas de dos litros, mientras que un jersey serían unos 20. Diez pies cuadrados de alfombra, nada menos que 40.

Por la misma época apareció el nailon, luego el rayón, la celulosa sintética y más, hasta el punto que la mayoría de los tejidos empezaron a derivarse del petróleo. El poliéster por sí solo representa el 54% de las fibras utilizadas hoy en día en la industria textil; 69% si se extiende a todos los sintéticos. Pero el problema no reside sólo en la composición. Se necesitan muchos productos químicos para que este material sea usable, cómodo, para evitar que se incendie, para evitar que pique y más. El problema es que el poliéster se fragmenta formando microplásticos. Ahí es cuando las cosas se complican.

Joaquim Rovira del Institut d'Investigació Sanitària Pere Virgili de Barcelona, ​​España, forma parte de un grupo de investigación que analiza la composición de diferentes prendas de vestir desde 2017, descubriendo todo tipo de componentes nuevos. Descubrieron que la ropa deportiva está llena de nanopartículas de plata que evitan que emita olor, a un coste muy elevado. “El mal olor no proviene de nuestro sudor, sino de las bacterias que se comen nuestro sudor y lo transforman, por eso la industria utiliza nanopartículas para matarlas”, explica a EL PAÍS el investigador. “El problema es que destruye tanto las bacterias malas como las buenas, es decir, la flora natural que protege la piel. Y si matamos las bacterias buenas, otras bacterias patógenas pueden reemplazarlas, provocando un mayor riesgo de infecciones y complicaciones”.

Otros elementos tóxicos que han encontrado son los compuestos perfluorados, que pueden provocar que los bebés nazcan con bajo peso o problemas renales, además de estar relacionados con la infertilidad; y el antimonio, catalogado por la Agencia Internacional para la Investigación del Cáncer como probable carcinógeno. Entre un 20% y un 30% puede absorberse a través de la piel, pero se utiliza como catalizador para fabricar correas de plástico.

Desde la perspectiva del consumidor, hay pocas escapatorias: en sus análisis no han encontrado diferencias entre la composición de la ropa de marcas reconocidas, cadenas populares o las que se pueden comprar en el supermercado. “Tampoco si se produjo en Portugal, Italia o en países asiáticos”, añade Rovira. Tampoco existen diferencias entre la ropa habitual y la ropa específica para bebés o mujeres embarazadas.

Un estudio publicado en 2022 por el Centro de Salud Ambiental encontró que los niveles de bisfenol A en los calcetines fabricados por más de 100 marcas -entre ellas Adidas, New Balance y Reebok- excedían hasta 31 veces el límite de seguridad dictado por la ley de California. Greenpeace también ha dedicado años a analizar los textiles de diversas cadenas, encontrando concentraciones tóxicas en algunas de las más conocidas.

La industria textil es la segunda más contaminante del planeta, sólo por detrás de la industria petrolera. Cada año, este sector crea más de 100.000 millones de prendas nuevas, un ritmo que requiere un tipo de fabricación muy diferente al que existía hace sólo 50 años, pero también mueve 2,5 billones de dólares al año, lo que hace que sea más difícil de regular.

Para Nicolás Olea, catedrático de Radiología y Medicina Física de la Universidad de Granada y otro de los pocos expertos en este tema, en este sector la obsolescencia programada “se llama moda”, y también repercute en el riesgo al que nos enfrentamos actualmente. “La moda, al ser tan rápida, provoca que los textiles sean cada vez de peor calidad, porque no se van a llevar mucho”, explica.

Salvo los casos de sensibilidad química, los efectos nocivos que la ropa tiene en el cuerpo no suelen manifestarse hasta que ya han provocado una enfermedad grave como el cáncer, el hipertiroidismo o incluso el déficit de atención. Y la relación causa-efecto siempre es complicada en un mundo cada vez más lleno de sustancias químicas. “En este momento estamos viendo muchos problemas de infertilidad debido a los disruptores endocrinos. No digo que sea por la ropa, pero está claro que los químicos influyen”, afirma Rovira.

Sin embargo, se pueden hacer algunas cosas para reducir los riesgos. Una medida muy sencilla es lavar tu ropa antes de usarla por primera vez para eliminar las sustancias lábiles que lleva. Según los expertos, la ropa de colores más claros es “más saludable”, ya que contiene menos colorantes, y es preferible la 100% algodón y otras fibras naturales, sobre todo si son orgánicas (de lo contrario, podrían haber sido tratadas con los mismos químicos que el poliéster). unos).

“Hay que favorecer las marcas comercializadas como sostenibles y ecológicas; todo lo demás se hace en la misma cadena de producción que la moda rápida”, explica Paloma G. López, directora de la Asociación Española para la Sostenibilidad, la Innovación y la Circularidad en la Moda. “Así te aseguras que fueron elaborados en circuitos de agua cerrados, sustentables, con tintes de origen vegetal o que no exceden los límites estipulados”. La experta en ropa sostenible también recomienda lavar y planchar menos la ropa, porque así se liberan las toxinas y microfibras que se desprenden del poliéster y rellenan el fondo marino. "Si usas ropa de algodón, puedes airearla y volver a usarla porque no huele, respira muy bien".

Un recurso reciente para aquellos consumidores más concienciados con la sostenibilidad son las prendas fabricadas con plástico reciclado. Sin embargo, según Olea, aquí no hay mucha solución: además de la contaminación que provoca lavar, esterilizar, blanquear y fabricar nuevas fibras, afectan al organismo exactamente de la misma manera. “Y se han dado casos en los que las empresas compran botellas nuevas para hacer ropa y luego dicen que se recicla, por lo que tampoco sirve para el medio ambiente”, afirma el experto, que es más partidario de darle una mayor vida útil a las prendas, comprando ropa elaborados con tejidos de mejor calidad y reutilizando.

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